sábado, 28 de abril de 2007

LA CRISIS DEL CONOCIMIENTO




El frenesí del rendimiento ya no permite la lenta maduración de los seres y oficios, la humanidad se empieza a parecer a esos criaderos donde aves o peces son sometidos a la presión del crecimiento para que se desarrollen al ritmo de la necesidad del capital, la modernidad unifica y confunde los sexos, las edades, la cultura en una sola amalgama indiferenciada, carente de matices y de sentidos.

Un día la humanidad desesperada de si misma, de sus congestiones vehiculares de su frenesí industrial, harta de publicidad aterrada de inseguridad sorda de estruendo, recordará algún día que existen los campos inmensos y encontrará otra vez el camino de una vida lenta y sensata. Entonces ¿podrá la humanidad recuperar su lugar discreto y sublime en orden del universo?, ¿podrá reconciliar al hombre con la naturaleza? ¡Claro, si deja de un lado la obstinación del poder y las ansias por superar y matar a un Dios que yace muerto!.

Según como lo plantea Nietszche “se presentía un monstruoso mitológico, una suerte de leviatán cuya irrupción marcará definitivamente el fin de los tiempos”. Lo anterior lo relaciona con el terrorismo y drogadicción, es un consumo y publicidad, es el narcotráfico y la estadística, es el imperio del lucro y de la moda, es la guerra como negocio, es la trivialización de la vida y de la muerte.

Luego Marx anunció que todas las cosas se convertirán en mercancía, mercancías son hoy la belleza y la salud. Un ejemplo evidente: “la belleza hoy por hoy se convierte en un instrumento de la sociedad”. Es decir, que una persona sea aceptada como un modelo a seguir, requiere tener un cuerpo cadavérico y sin forma.

Entonces el aprender y el celebrar mercancías el arte y el saber, primero nos vendieron la tierra y el fuego, hoy nos venden el agua elemental y mañana tendremos que pagar por el aire, como ya lo hacen los más asfixiados en las esquinas de Tokio y de México.

Pero como diría Allan Poe “El honor no es Alemania, es del Alma”. William Ospina escritor Tolimense y traductor colombiano. Quien plantea en su obra “Es tarde para el hombre”. Según él en su ensayo “los románticos del futuro”. Es el momento del espíritu una época por encontrar alternativa a la barbarie que crece sobre el planeta; es decir, la existencia de una realidad más vasta que aquella en que nos encerraba el positivismo. ¿Podrá la razón excluir de su discurso y aún de su consideración todo lo que no sea claramente explicable? Por lo cual los sueños y los delirios lo demoníaco y lo divino, no solo la reivindicación sino la exaltación de ese orbe de pasiones y misterios que constituyen para el hombre el tejido inextricable de la realidad. Por ello tiene razón Bertrand Russell. “el romanticismo fue una actitud vital, una edad de sueños y de ideales”. Sin embargo como nos dice María Maeso en su escrito “los temores de los poetas” quien afirma que la “literatura como toda obra de arte, tiene también una dimensión social”. Es decir literatura y sociedad mantienen una relación de flujo mutuo.

William nos dice que el romanticismo fue una época de pasión y exaltación, imaginación y ritmo fue un torbellino salvaje que elevó una multitud de jóvenes fervorosos y geniales a las mayores alturas de la inspiración y heroísmo, y que después los hundió de nuevo en su confín de sombras; pero el mundo avanzaba o retrocedía, hacia regiones más áridas. “Keats quien creyó en la belleza a ese sueño le dio su vida y esa fe están llenos sus versos”. Después del largo recorrido de la sociedad moderna con su urgencia y sus máquinas sus ciudades industriales que enferman, a la vez hastiado y hambriento que se llama sociedad de consumo como lo dijo Napoleón “el hombre es un Dios cuando sueña y sólo un mendigo cuando piensa”.

Según Freud exclamo un día “¡Cuánto a avanzado el mundo!”. Razón por la cual William Ospina concierne en sus ensayos la edad moderna con el pasado. El cual debido a ello devela que la teoría de la evolución plantea la depuración y superación de estados previos de la materia y la naturaleza con ello pondría a favor toda diferencia con la especie inferior, en otras palabras, la raza sin inteligencia hay quien afirma que es sólo la exaltación del saber humano, y el triunfo de la razón de la ciencia de la técnica y de la industria, lo que nos ha puesto en condiciones no sólo de destruir la civilización sino de arrastrar en nuestro naufragio al resto de la ingenua y mágica naturaleza, cuyo atributo más evidente es la inocencia.










1 comentario:

CARLOS ARTURO GAMBOA dijo...

Esta es una buena reflexión sobre el texto de Ospina, sin embargo para que tome carácter de argumentación y pueda ser valorado con un enfoque socio-crítico hay que abordar los referentes teóricos que le aportan contundencia